Elías Dávila comenta:
“Bienvenida a México:
Carta de haiku viajero.
Como un lirio de cristal celeste, el sol,
ungüento de claridad azul para el alma. Mañana limpia alumbrada por la escala
tonal en la garganta pura del gorrión.
Bienvenida fértil carta de haiku, embajador
de simiente poética. Lentas horas, tiempo impregnado de hierbas de otros lares,
imperceptible revuelo de mariposas en torno al beso púrpura de rosas nuevas.
Vísperas de primavera, como augurio de
parabienes a mi alma, recibo del hermano poético Rafael García Bidó, Santo
Domingo, República Dominicana, el sobre con sonido a mar, a olas en sol
naciente o a olas en puesta de sol, aire de gaviotas en torno a un barco en
lentísimo vals.
Bienvenida carta llena de amigos y voces que
deleitan el espíritu con música de pájaros, arroyos. Huertos y prados en espera
de semilla. Tal vez calles empedradas al declive de una pradera; una terraza
con mesa, vino y un cuaderno de notas, en espera del nuevo haiku.
Bienvenida como un viejo amigo, como un
esperado hijo, como un anhelado encuentro de hermanos o como lejanos creyentes
del mismo credo. Adivino que dentro de ella palpitan pájaros de monte virgen,
que dentro de ella caminan arroyos de asfalto y caminos de agua cristalina con
musgo en las piedras y bancos de pequeños peces.
Percibo
sabor a noches de búho y luna llena. El universo dentro del ojo de un perro o
un caballo. Bruma y lluvia, chozas y edificios. México y sus poetas de haiku.
Aquí es donde se germinó el primer haiku en lengua española, por medio de José
Juan Tablada. Sin más, una dicha haber sido anfitrión de la carta-haiku
viajero. Aquí el memorial y constancia de la cálida estancia y permanencia.
Nada como la mirada limpia y el corazón nítido de un niño para dar vida al
haiku. En el jardín revienta el verde, lo púrpura en las rosas y la láctea
quietud de la flor del alcatraz. En la calle un hombre solitario canta. Un día
cotidiano para el vendedor de frutas y legumbres.
El recreo,
hora escolar, voces y risas, juegos con pelota y cuerdas de brincar. Como un
ermitaño ciego que se encuentra con la luz, abro la bolsa plástica de correo y
recibo el instante poético. Lo comparto con mi hija y con mi hermana;
privilegio único, inexplicable. No supe decir la alegría que pulsaba en la
palma de mis manos. Nada como la mirada de un niño para dar recepción a tan
distinguidísimo huésped: Lo compartí con niños de la Escuela primaria donde
laboro como intendente de limpieza: EL resto lo dirá el pequeño memorial
fotográfico. Próxima estación de viaje, será Colombia, país fraterno."
Què poeta ese Elìas. Admirable!!!
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