Y un día entrada la primavera, el
gorrioncito que había partido hace más de un año de las tierras del Quijote,
llegó después de cruzar el océano y recorrer algunos países de Sudamérica,
hasta el Sur del continente. Dio unos pasitos con sus patitas mojadas por
algunas terrazas de Buenos Aires y volvió a volar hacia su nuevo destino.
La pandemia hizo que estuviese en casa
aguardando el momento de juntarnos con los compañeros para poder compartir la
lectura. Antes de la partida nos dejamos asombrar con todo lo que trajo y
entregamos nuestros haiku para que junto con él, vuelen a otros lugares tan
asombrosos como los que ya fue recorriendo.
Fue tan preciado tener la carta ese tiempo… disfrutar con mis compañeros las
imágenes que acompañan cada papel, emocionarnos al leer cada haiku, ver la
letra de tantos conocidos con los cuales a través de los años hemos transitado el mismo
camino. Era como tenerlos más cerca, cara a cara. Reconocer su nombre en cada
papel y evocar lo compartido fue una manera de acortar la distancia. Una
experiencia hermosa, hermosa y necesaria para este tiempo.
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